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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Conferencia en el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Guangzhou: Los derechos humanos en el mundo: el papel del multilateralismo

25 mayo 2022

La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, asiste a un acto en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, el 3 de noviembre de 2021 © Reuters

Pronunciado por

Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Lugar

Guangzhou, China

Buenos días.

Gracias al Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Guangzhou por recibirme.

Me complace dirigirme hoy a todos ustedes.

Valoro mucho mis conversaciones con los estudiantes. Aunque tengo una carrera dilatada a mis espaldas, además de ser abuela, me gusta definirme no como una persona mayor, sino como una persona con juventud acumulada.

Una acumulación de parcelas de pasión y energía, de posibilidad y esperanza.

Su generación ha experimentado cambios dramáticos.

Algunos de ellos buenos, otros más difíciles.

Grandes transformaciones demográficas, dentro de su país y en el mundo, una creciente interrelación económica, rápidos avances digitales, una pandemia sanitaria mundial y sus consecuencias socioeconómicas, el cambio climático.

Y encontrar su lugar dentro de esos cambios es uno de los mayores desafíos de todos.

Por eso, el compromiso con la educación en materia de derechos humanos resulta esencial.

La educación en materia de derechos humanos nos invita a todos a participar en un diálogo sobre cómo los derechos humanos pueden traducirse en nuestra propia realidad social, económica, cultural y política.

Proporciona soluciones concretas a los retos a los que se enfrentan las personas.  Faculta a las personas a identificar sus derechos humanos —y los de los demás—, a exigirlos y defenderlos. Como tal, supone una gran inversión en la construcción de un futuro justo, pacífico y equitativo para todos.

Vivimos en una época de incertidumbre e impredecibilidad, con la intersección de diversas crisis mundiales. El cambio climático, las crecientes desigualdades socioeconómicas en todo el planeta, los conflictos y las tensiones en países de todo el mundo están expulsando a millones de personas de la seguridad de sus hogares y poniendo la dignidad y la vida humana en gran riesgo.

Las repercusiones de la pandemia de COVID-19 en el empleo, la salud y la vivienda han sido devastadoras. El Banco Mundial había previsto 198 millones más de personas sumidas en la extrema pobreza durante 2022 debido a la COVID-19. Ahora se calcula que solo los precios mundiales de los alimentos añadirán otros 65 millones de personas a ese total.

Sus consecuencias, como siempre, afectan sobre todo a los más marginados y excluidos. Las mujeres, las minorías, las personas con discapacidad, los niños, los migrantes.

Pero en medio de todos estos desafíos, también estamos viendo rayos de esperanza.

Estamos siendo testigos del tremendo poder de la juventud.

A lo largo de los últimos años, me han resultado inspiradores los movimientos y acciones de los jóvenes que plantan cara a la discriminación, la injusticia y las desigualdades.

Hemos asistido a manifestaciones poderosas del compromiso juvenil con la igualdad, la acción climática y los derechos humanos.

Los jóvenes están influyendo en los debates de relevancia nacional e internacional e induciendo un cambio social, incluyendo la exigencia de participar en el escenario y exigir responsabilidades a gobiernos y empresas por su inacción.

Su inteligencia, creatividad y valentía son prueba irrefutable del valor único de la juventud a la hora de conformar no solo nuestro futuro, sino también nuestro presente.

Un ingrediente fundamental para que los jóvenes puedan desempeñar ese papel es contar con un espacio cívico abierto donde puedan expresar sus opiniones y lograr el cambio.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en su llamamiento a la acción para los derechos humanos y en nuestra Agenda Común, expresó la importancia de que los jóvenes cuenten con un espacio donde participar en las decisiones que definirán su futuro, lo cual es fundamental para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos de que los logros alcanzados no se pierdan?

Mi experiencia me ha mostrado —y me ha demostrado— que ningún país puede afrontar los retos globales solo.

Nos necesitamos mutuamente.

Todos nosotros —no solo los gobiernos, sino también los individuos—debemos atrevernos a entablar ese diálogo y compromiso.

Aunque no existe una respuesta mágica para erradicar las diversas crisis a las que nos enfrentamos, sí que tenemos las herramientas a nuestro alcance para salir fortalecidos de ellas.
 
El multilateralismo nos ofrece un espacio de diálogo, tanto a nivel regional como mundial, para llegar a acuerdos realistas. Resulta clave para promover los derechos humanos y el desarrollo sostenible para todos.

Cuando se basa en los derechos humanos —ya sean los derechos civiles, políticos, económicos, sociales o culturales que nos son inherentes a todos los seres humanos—, estoy convencida de que esa acción puede permitirnos dar pasos agigantados hacia adelante.

Hoy quiero centrarme en tres de las muchas cuestiones de derechos humanos que afronta nuestro mundo.
Como miembro permanente del Consejo de Seguridad, el segundo mayor contribuyente al presupuesto de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas y uno de los principales países que aportan contingentes, China puede desempeñar un papel importante en los debates multilaterales para ayudar a lograr un progreso significativo en estos ámbitos.

Permítanme empezar por el ámbito de la paz y la seguridad.

La paz es la promesa fundamental de la Carta de las Naciones Unidas y uno de los principales bienes públicos mundiales para los que se crearon las Naciones Unidas.

Sin embargo, asistimos a tensiones interétnicas, golpes de estado violentos y conflictos prolongados en todas las regiones, todo ello exacerbado por las tecnologías armamentísticas en rápida evolución. El reciente ataque frontal a la directiva más fundamental de la Carta de las Naciones Unidas debería preocuparnos a todos.

En la última década se ha observado una tendencia inquietante al conflicto, con el incumplimiento de las leyes de la guerra y de la normativa internacional de derechos humanos en todo el mundo, como en Siria, Ucrania, Etiopía, Yemen y Myanmar, por mencionar algunos.

Se atacan hospitales; se emplean armas de efecto indiscriminado que no distinguen entre soldados y civiles, incluidos los niños.

Millones de personas son expulsadas de la seguridad de sus hogares, su derecho a la vida se ve amenazado, los niños se ven privados del acceso a la salud o a la educación, y las sociedades se ven privadas de seguridad y de la capacidad de desarrollarse.

Como expresé ante el Consejo de Derechos Humanos a principios de este año, es precisamente en una época de crisis cuando la inversión dirigida a medidas multilaterales y basadas en los derechos humanos aporta soluciones eficaces.

La supervisión y la presentación de informes independiente sobre las violaciones de derechos humanos, con una metodología rigurosa, es una forma decisiva e imparcial de recopilar información precisa sobre los conflictos y sobre su impacto en las personas. Por medio de estos métodos podemos determinar la verdad y adoptar medidas para mejorar la rendición de cuentas.

La prevención de futuros conflictos también depende en gran parte de la adopción de medidas concretas y específicas para proteger los derechos humanos. Esto implica abordar la negación sistémica de los derechos humanos, tales como las leyes y prácticas discriminatorias de larga data o las violaciones del acceso a los derechos económicos, sociales o culturales.

El marco internacional de derechos humanos, y sus mecanismos de aplicación, son los recursos a nuestro alcance para ayudar a los Estados a identificar esas deficiencias, y la mejor forma de abordarlas. Además, el ODS 16 refleja bien las conexiones entre la paz, la justicia, las instituciones inclusivas y el desarrollo sostenible.

Lo más importante es que un espacio cívico inclusivo y abierto ayuda a los Estados a identificar las deficiencias y las soluciones sobre cómo proteger los derechos humanos para mantener la paz y el desarrollo.

Esto me lleva a la segunda cuestión que deseo abordar hoy:  el desarrollo sostenible. Los principios de igualdad y no discriminación son la base de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Los Estados se han comprometido a "no dejar a nadie atrás", a "llegar primero a los más excluidos" y a prestar especial atención a los grupos marginados.

El punto fuerte de la Agenda es que reúne a todos los países del mundo, y pide a cada uno que amplíe sus fuerzas inclusivas para transformarse juntos y hacer frente a nuestros desafíos comunes. Sin embargo, la crisis planetaria, la COVID-19 y los conflictos actuales nos han hecho retroceder en el logro de todos los objetivos.

Estoy convencida de que la aceleración de la igualdad puede devolvernos rápidamente al camino correcto.
Ello supone garantizar una economía que funcione para todos, especialmente para los más afectados: los excluidos y discriminados. Los que no tienen voz y poco poder de negociación.

Supone contar con presupuestos que cubran a los más excluidos, a fin de garantizar el acceso a los niveles esenciales de atención sanitaria, protección social y educación para todos.

Supone una mayor transparencia en las decisiones presupuestarias y en el gasto, para las grandes empresas que pagan su parte correspondiente; para una mayor fiscalidad progresiva; y para reformas estructurales que reduzcan las desigualdades de poder económico y político.

Sobre todo, ello implica abordar la discriminación subyacente por motivos de origen racial, étnico, religioso, lingüístico u otros de las personas. Requiere la revisión y modificación de las leyes, políticas y prácticas que discriminan por estos motivos; supone investigar y evitar las violaciones de sus derechos; y garantizar la participación inclusiva en la toma de decisiones respetando plenamente las tradiciones culturales, religiosas o de otro tipo.

Las mujeres que viven en la pobreza también están apartadas de la vida pública, abrumadas por las restricciones en su acceso a los recursos económicos, la movilidad y la información. Promover su participación en la toma de decisiones debe ser una prioridad. A principios de este año, en una visita a Afganistán, insistí en que la crisis humanitaria grave del país solo podría abordarse adecuadamente si las mujeres ocupan un lugar de importancia.

El desarrollo únicamente es sostenible si integramos la protección del medio ambiente y los derechos humanos en la política y los planes de desarrollo con la participación de los afectados.

El papel de China en este sentido es crucial, por ejemplo, cuando se trata de los ODS relacionados con las infraestructuras, junto con las instituciones de financiación del desarrollo.

Según el Banco Mundial, los países en desarrollo necesitan invertir cerca del 4,5 % del PIB para alcanzar los ODS relacionados con las infraestructuras y cumplir los objetivos mundiales en materia de cambio climático.

Sin embargo, no es fácil lograr unas buenas infraestructuras, incluso en los mejores tiempos.

Mi Oficina ha documentado en muchos países una serie de problemas de derechos humanos asociados a proyectos de transporte, energía y otras infraestructuras a nivel mundial.

Hemos observado algunos proyectos con escasa transparencia; o que han implicado pocas consultas con las comunidades locales o desalojos forzosos, la pérdida de la cultura y los medios de subsistencia de los pueblos indígenas, la supresión de las voces de la sociedad civil, la violencia de género, el diseño de proyectos carentes de perspectiva de género, tarifas de usuario inasequibles, trabajo forzoso e infantil, y efectos fiscales negativos.

En 2018 insté a los ministros de finanzas del G20 a que integraran mejor las consideraciones de derechos humanos en el desarrollo de infraestructuras. Al año siguiente, el G20 publicó un conjunto de Principios para la inversión en infraestructuras de calidad donde se pide que "El diseño, la ejecución y la gestión de infraestructuras respeten los derechos humanos". (Principio 5.2) 

Para que las inversiones en infraestructuras sean sostenibles y resistentes, necesitamos unos estándares sociales y medioambientales elevados, así como la debida diligencia en materia de derechos humanos. Por eso es alentador que las instituciones de financiación del desarrollo integren cada vez más los derechos humanos en sus políticas operativas.

Tomo nota del importante compromiso asumido en el Plan de acción sobre derechos humanos de China, según el cual el gobierno alentará a las empresas chinas a "acatar los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos en su comercio exterior y en sus inversiones, a llevar a cabo la debida diligencia en materia de derechos humanos y a cumplir su responsabilidad social de respetar y promover los derechos humanos".

Las Directrices de diligencia debida de China para la gestión responsable de cadenas de suministro de minerales se basan explícitamente en los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos y contienen orientaciones sólidas sobre la diligencia debida basada en los riesgos, partiendo de la solidez de las normas internacionales. Estas Directrices ofrecen un modelo excelente de adaptación en los sectores de infraestructuras.

Por último, esto da paso de forma natural a la siguiente cuestión que deseo plantear esta mañana: el cambio climático.

Se calcula que una de cada seis muertes prematuras se debe a la contaminación.  Decenas de millones de personas se ven desplazadas cada año por el cambio climático. La pérdida de biodiversidad amenaza con el colapso de ecosistemas enteros. Los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático dejan claro que nos dirigimos hacia la catástrofe.

La señal de alarma sonó hace mucho tiempo.

Al igual que con los otros temas que se debaten hoy, el cambio climático afecta de manera desproporcionada a quienes ya se encuentran en situación de vulnerabilidad, como las mujeres, los jóvenes, las minorías y las personas con discapacidad. Muchos defensores de derechos humanos relacionados con el medio ambiente son, a su vez, pueblos indígenas o miembros de comunidades locales, o los representan.

La protección del medio ambiente va de la mano de la protección de los derechos de quienes lo defienden. Sus voces deben ser escuchadas y protegidas. La Resolución 40/11 del Consejo de Derechos Humanos ha puesto de relieve que la labor de los defensores de los derechos humanos relacionados con el medio ambiente está vinculada con el disfrute de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible.

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconoció recientemente —en su resolución 48/13— que un medio ambiente limpio, saludable y sostenible constituye un derecho humano universal. La resolución reconoció que la degradación del medio ambiente y el cambio climático son crisis de derechos humanos interconectadas e invita a los gobiernos a seguir examinando la cuestión en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Más de 150 países ya reconocen y protegen el derecho a un medio ambiente saludable. Espero que China se una a este grupo. El aire que respiramos, los alimentos que comemos, el agua que bebemos, de hecho, nuestra salud, bienestar y supervivencia dependen de un medio ambiente limpio, saludable y sostenible.

La comunidad internacional debe actuar con determinación y solidaridad para desplegar todos los recursos posibles para proteger y hacer efectivo el derecho humano a un medio ambiente saludable.

Queridos amigos,

Una de las formas más importantes de situar a las personas y sus derechos en el centro de nuestra acción es garantizar el derecho a la participación y abrir un espacio de diálogo.

En este sentido, celebro que el derecho a la participación política sea uno de los ámbitos de especial interés de este Instituto.

¿Por qué es tan importante la participación?

Sacar a colación los distintos sectores de la sociedad e incluirlos en el debate permite profundizar en los temas. Con diferentes voces en la mesa, los Estados pueden identificar mejor las deficiencias existentes en la legislación y las políticas para asegurarse de que sean más justas.

Para que las leyes y políticas reflejen mejor la situación de las personas a las que están dirigidas y para que los intereses contrapuestos estén más equilibrados.

Para que los problemas puedan denunciarse con prontitud y se encuentren soluciones que funcionen para todos y cumplan nuestros objetivos de igualdad.

Cuando las decisiones son más fundadas y sostenibles, las instituciones públicas resultan más eficaces, responsables y transparentes.

Les animo a leer las Directrices para los Estados sobre la puesta en práctica efectiva del derecho a participar en la vida pública, que son un conjunto de recomendaciones para los Estados sobre cómo hacer realidad este derecho.

Quizá conozcan los tres pilares de las Naciones Unidas. La paz y la seguridad; el desarrollo; y los derechos humanos.

Si examinamos los acontecimientos en todo el mundo —tal y como espero haberles incentivado a hacer hoy—, me parece que podemos alcanzar mejor nuestros objetivos si comprendemos las conexiones que hay entre estos tres pilares. A través de los derechos humanos, incluido el desarrollo, podemos tener una paz sostenible. Los derechos humanos, la igualdad y el Estado de Derecho son los impulsores que permiten el desarrollo y la paz.

Sé que el mundo es mejor cuando trabajamos juntos de esta forma: hombres y mujeres; ancianos y jóvenes; personas de todas las sociedades, y entre sociedades y países de todo el mundo.

Mi Oficina se compromete a seguir desempeñando su papel fundamental en la configuración del multilateralismo de los derechos humanos y en el fomento de un compromiso constructivo.

Su contribución es crucial: necesitamos su creatividad y determinación para encontrar soluciones basadas en la noción básica de que todos nosotros merecemos por igual dignidad, respeto y justicia.

Para fomentar el sentido de nuestra humanidad común al mismo tiempo que aceptamos y valoramos nuestras diversidades.

Espero con interés poder debatir con ustedes.

Gracias.