En la selva del Amazonas, una tribu indígena lucha por su supervivencia
09 agosto 2022
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Durante siglos, los Yanomami han habitado una extensa zona de bosques prístinos y grandes y sinuosos ríos en la frontera entre Brasil y Venezuela, viviendo de la pesca, la caza y la recolección de frutos.
Hoy, los yanomami, quienes suman alrededor de 29.000 personas, afirman que corren un serio peligro de perder sus tierras, cultura y modo tradicional de vida. La sed de oro y de otros minerales valiosos que subyacen bajo su territorio ancestral ha atraido en los últimos años a una oleada de exploradores ilegales quienes han talado bosques, envenenado ríos e introducido enfermedades letales dentro de la tribu.
«Nuestra tierra vuelve a ser invadida. Nuestros ríos vuelven a ser contaminados por el mercurio”, declaró Davi Kopenawa, un líder yanomami que ha dedicado su vida a proteger los derechos y las tierras de los Yanomami en el Amazonas.
La codicia por encontrar oro trae la muerte al Amazonas
Los yanomami y funcionarios locales calculan que existen más de 20.000 mineros de oro ilegales, a quienes se les conoce localmente como garimpeiros, dentro de su territorio, incluso aunque el territorio yanomami es una zona protegida a nivel nacional donde está prohibida la minería.
Joenia Wapichana, la única mujer indígena elegida por el congreso brasileño, explicó que la devastación causada por los garimpeiros y los poderosos intereses económicos decididos a explotar la selva está suponiendo una amenaza tanto a la biodiversidad como a la propia existencia de la vida indígena.
“El número de invasores ha crecido, tanto de leñadores como de mineros, quienes están al servicio de personas que tienen mucho poder económico, y además el crimen organizado está empezando a entrar en el territorio. Los problemas medioambientales y sanitarios están agravándose y poniendo en peligro de extinción a los indígenas”, alertó Wapichana.
La minería ilegal es devastadora para el medioambiente del Amazonas, el cual tiene un gran valor espiritual para la población indígena y supone la fuente de su medio de vida tradicional, el que les provee desde alimentos a medicinas. Los árboles y hábitats están siendo destruidos, y el mercurio que se usa para separar el oro de la arena se filtra en los ríos, contaminando el agua e introduciéndose en la cadena alimentaria local. El envenenamiento por mercurio puede dañar los órganos y provocar problemas de desarrollo en los niños, advirtieron activistas locales.
Malnutrición y malaria
Pero los garimpeiros traen con ellos más problemas además del mercurio. La malnutrición infantil se ha disparado debido a que los yanomami, quienes son en su mayoría cazadores y recolectores, ya no pueden basarse en su dieta tradicional y se han hecho dependientes de alimentos importados con un menor valor nutricional. Los casos de malaria también han aumentado en los últimos años, debido a que los enormes cráteres llenos de agua estancada abandonada por garimpeiros se han convertido en criaderos para mosquitos, los cuales transmiten la enfermedad.
Los abusos sexuales contra mujeres y niñas yanomami suponen un grave problema, afirmaron los activistas, a la vez que el alcohol y las drogas que traen los forasteros con ellos causan estragos en las comunidades tribales, en especial entre los jóvenes, lo que crea fracturas entre generaciones y conflictos sociales.
Wapichana, quién ha dirigido casos para defender los derechos indígenas ante la Corte Suprema de Brasil, culpó a las autoridades por su falta de voluntad política. Los activistas afirmaron que el número de garimpeiros ha aumentado con el Presidente Jair Bolsonaro, quién se ha comprometido a desarrollar el Amazonas desde el punto de vista económico y a explotar sus riquezas minerales.
“El gobierno brasileño debe cumplir con su papel protector, donde todos los ciudadanos brasileños, no solo los yanomami, se sientan a salvo. No se trata de un favor, sino de una obligación constitucional. Es necesario frenar los proyectos mineros en tierras indígenas ya que estos son ilegales conforme con la ley brasileña,” aseguró Dario Kopenawa, vicepresidente de la Asociación Hutukara Yanomami.
A pesar de la difícil situación que vive la tribu, sus líderes afirman que están decididos a conservar sus comunidades y la rica biodiversidad que ofrecen sus tierras ancestrales. En un mensaje dirigido a conmemorar el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas el 9 de agosto, Wapichana hizo un llamamiento a los gobiernos a defender la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, un instrumento global internacional sobre los derechos de los pueblos indígenas aprobado por la Asamblea General en 2007.
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Sin nuestra tierra, nosotros no existimos, y sin tierra, no hay biodiversidad, ríos, ni animales. Nosotros, los pueblos indígenas, no podemos sobrevivir sin tierras. No existe armonía, nuestra salud se resiente, y no hay conocimiento o movimiento del planeta Tierra
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Dario Kopenawa, Vicepresidente de la Asociación Hutukara Yanomami
Demarcación: Una victoria histórica
Los yanomami, quienes habitan viviendas circulares bajo un tejado comunal hecho de hojas de palmera y madera construido en el centro de un claro en el bosque, ya han sido testigos en el pasado de distintas invasiones.
Tras unas protestas por todo el mundo, en 1992 el gobierno del entonces Presidente Fernando Collor de Mello concedió a los yanomami 94.000 kilómetros cuadrados de territorio protegido, un área del tamaño de Portugal.
La demarcación fue considerada como una victoria histórica de los derechos indígenas. Tras un período de gran sufrimiento marcado por la violencia, la contaminación y la llegada de garimpeiros, el pueblo yanomami consiguió recuperarse.
Sydney Possuelo, quién fue presidente de FUNAI, el organismo gubernamental encargado de la protección de los pueblos indígenas, señaló que solo se tardaron cuatro meses en expulsar a 40.000 garimpeiros del territorio.
“El ejemplo de 1992 muestra que si el gobierno quiere sacar a los garimpeiros, puede hacerlo,” afirmó Possuelo.
En una reunión reciente en la aldea remota de Xihopi, en el corazón del territorio yanomami, líderes indígenas y activistas de derechos humanos celebraron el 30º aniversario de la demarcación del territorio.
El evento congregó a representantes de gobiernos y de organizaciones locales e internacionales, quienes volvieron a reclamar al Estado a que adopte medidas para detener nuevas invasiones de garimpeiros.
“Derechos Humanos de las Naciones Unidas apoya plenamente las demandas legítimas de los pueblos indígenas de Brasil para expulsar a los mineros ilegales de sus territorios,” explicó Jan Jarab, el Representante Regional de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para América del Sur, quién acudió al evento. “Los pueblos indígenas son los guardianes de la selva amazónica y por ello deben ser protegidos”.
Durante cuatro días, los participantes realizaron rituales tradicionales, bailaron, y compartieron historias bajo el tejado comunal de la aldea, o shabono. Por la noche, los niños se sentaban con los ojos bien abiertos en el suelo para ver películas que proyectaban en una pantalla de gran tamaño. El ánimo en la aldea era contradictorio: a la vez que el aniversario de la demarcación sigue siendo un motivo de alegría, el presente y el futuro de los yanomami parece ser cada vez más incierto.
Wapichana, quién participó en la celebración, afirmó que la naturaleza y la vida eran inseparables para los pueblos indígenas. Al tiempo que el planeta lidia con los efectos del cambio climático, el mundo debería aprender de los valores indígenas para cuidar de sus bosques y ríos y construir un desarrollo más sostenible, aseguró ella.
“Tenemos una responsabilidad hacia la naturaleza y hacia el medioambiente para tratarlos como si fueran una madre, la madre que merece todo el cuidado y protección, la madre que proporciona vida, la madre que nos da alimentos, la madre que cuida de todos nosotros”.